Citas

by - jueves, marzo 27, 2014



—Entonces recuerda que me quieres.
Él la miró, con una sonrisa mordaz.
—¿Que recuerde que te quiero? Te quiero —pronunció, como saboreando la palabra—. Te quiero es poco. Te quiero no es nada. Si un te quiero explicara lo que yo siento por ti, ahora mismo no estaría aquí. Te quiero —dijo escupiendo la palabra, agitando la cabeza—. Qué tontería, yo a ti no te quiero.
Página 323. 


Peter se había ido presentando en sus casas casi de madrugada. Irrumpió primero en la de Thomas, sobre las seis de la mañana, y lo arrastró hacia la de Nick y más tarde a la de Charlie. Cuando el reloj marcaba las ocho ya estaban todos desayunando en una cafetería cercana.
—Ni siquiera puedo comer —protestó Nick.
—Yo ni me acuerdo de qué es eso. ¿Quiénes sois vosotros? —le siguió Charlie.
—Zombis como mínimo —alegó Thomas.
—Que alguien me recuerde por qué os considero mis mejores amigos —bufó Peter.
—Porque nadie más te aguantaría, eres raro hasta decir basta —comentó Nick justo antes de atacar unas tortitas de las que hacía tan solo unos minutos renegaba.
—Muy raro —confirmó Thomas mientras jugueteaba con su plato.
—Absolutamente raro —finalizó Charlie con una amplia sonrisa.
Los tres amigos estallaron en risas y Peter fingió ofenderse, pero su representación duró poco y no tardó en unirse a ellos.
Página 169. 


[…] Había una vez, hace mucho tiempo, un mundo donde los humanos tenían cuatro piernas, cuatro brazos, dos caras. ¿Te lo imaginas, Peter? Eran felices, poderosos. Los Dioses empezaron a tener miedo, pavor de que se unieran y acabaran con ellos. Y envidia, mucha envidia de esa felicidad. Tenían que hacer algo. Entonces se les ocurrió partirlos por la mitad, separarlos, condenarlos a buscarse eternamente y así distraerlos de la rebelión. De ese modo, pasaron a tener solo dos piernas, dos brazos, una cara… Se sintieron rotos. Y en realidad era cierto, estaban rotos. Aún podían sentir su otra parte, perdida en la inmensidad del universo. Si te amputan una pierna o un brazo, aunque no esté, sigues sintiéndolo; puedes notar cómo te cosquillea, está ahí aunque nadie pueda verlo. Pero tú lo sientes como si no hubiera desaparecido y, si no miras, si no te fijas, para ti sigue ahí. Miembro fantasma lo llaman. Tú eres mi mitad Peter, mi miembro fantasma. Te siento aunque no estés y me niego a que desaparezcas, a pasarme toda la vida buscándote. No quiero buscarte, no quiero sentirte si no estás. No puedes hacerme eso, no puedes.
Página 224. 


Él se acercaba y le susurraba en el oído con esa voz rota que hacía enloquecer a Wendy «Yo crearé palabras para ti», para después arroparla entre sus brazos. Y ella sentía eso para lo que no en­contraba el término perfecto. Se perdía en su aroma, que olía a nada que una palabra pudiera describir. Hablaba sin palabras mirando a sus ojos, que le respondían en un idioma que enten­día sin conocer. Él creaba palabras para ella y ella le regalaba historias. Así pues, Peter para ella era extremadamente «mor­taver», sentía algo parecido a «saanari» y el recuerdo del calor que producían los besos que no le daba era, sin lugar a duda, «pashpoire».
Página 248. 


—Podría acabar en La ciudad de los Antiguos Emperadores —le contestó ella, rememorando La historia interminable.
—Nunca dejaría que olvidaras el mundo real.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.
Página 250.


—Si ahora mismo te besase podrías pensar que es porque tú me lo has pedido, que darte un beso es una aventura y no es así. Quiero que cuando te bese sepas con certeza que ha sido por pura necesidad, porque ansiaba tus labios, porque era algo superior a mí. —Le tocó el pelo y posó el dedo pulgar en su la­bio inferior, acariciándoselo—. Wendy Davies, me gustas tanto que me duele y no consiento que nadie lo ponga en duda, ni siquiera tú.
Página 251. 



Se tapa los oídos mientras las lágrimas huyen de su cuerpo, abriéndose paso entre sus párpados sellados. «Ploc». «Ploc». Lágrimas que mueren al colisionar contra el suelo. «Ploc». «Ploc». Lágrimas suicidas, que aún conocedoras de su destino, batallan por salir. «Ploc». «Ploc». El sonido de la muerte en forma de gotas de dolor es el único rumor que rom­pe el silencio. Un silencio farsante. En su cabeza solo hay ruido, voces que la arañan desde dentro y ese «ploc, ploc», que suena enardecido.
Página 287. 


»La vida son sueños que van y vienen, que se entorpecen unos a otros, que se rompen, que se olvidan, que más tarde reencuentras o ya nunca vuelves a hallar. Como algo que pier­des y no sabes lo que es. Intentas recordar y no te viene nada a la cabeza, pero esa sensación de vacío permanece contigo y te acompaña hasta que, un día, inesperadamente, lo evocas.

Página 355.


—No cometas el mismo error que yo. No dejes que la soberbia y el miedo te roben tu vida. Cuando te des cuenta, te verás solo y no formarás parte de nada. Tú no eres así, puedes cambiar, volver sobre tus pasos y arreglar lo que se ha roto. El reloj sigue marcando el tiempo, sin descanso, solo tú puedes decidir qué hacer con él. Quien vive de mentiras no alimenta la felicidad, solo la adormece.
Página 357. 


Tiempo atrás había pensado que Wendy vivía en un huevo. Blanco, cerrado, opaco. Una cárcel llena de vida. Un huevo desde dentro parece la prisión más inquebrantable del mundo, pero desde fuera… desde fuera es frágil, un simple golpe y se rompe. Le parecía curiosa la diferencia que residía en la perspectiva desde la cual se mirase el huevo. Y un día cualquiera, sin ninguna importancia para el resto del mundo, Peter rompió el huevo, lo abrió y en él no había yema alguna, había estrellas. Esas estrellas que se pueden mirar, tocar y hasta oler. Wendy era, a fin de cuentas, una estrella que vivió dentro de un huevo.
Página 400. 


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